En un artículo del 2002, la feminista burguesa Andrea Dworkin ignorantemente describe la participación de la mujer palestina en el movimiento de resistencia contra la ocupación israelita. Ella describe las “bombas humanas suicidas” como una reacción a la violación y a la violencia sexual que ellas han sufrido en “una sociedad que odia a la mujer.” Dworkin se pregunta, “¿Como puede alguien revelarse en una tierra donde las mujeres están a un nivel más bajo que los animales?”
Una descripción más correcta de la participación de la mujer en la resistencia a la ocupación colonial del pueblo palestino viene de Leila Khaled. “No hay bombas humanas suicidas sino que hay luchadores por la libertad,” le dijo a un grupo de universitarios británicos en el 2002. “Nosotros glorificamos la vida porque queremos paz, pero cuando seguimos siendo blanco de los israelitas, no creo que vayamos a reunirnos con ellos con flores. Nosotros continuamos nuestra lucha por todos los medios, incluyendo la lucha armada.” (telegraph.co.uk, mayo 12, 2002)
Khaled es miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina (PFLP por sus siglas en inglés). Ella llamó la atención al mundo sobre la lucha de los palestinos cuando junto a sus camaradas del PFLP secuestró cinco aviones en 1970 demandando la libertad de prisioneros políticos palestinos.
La realidad es que la mujer palestina ha participado en todas las formas de resistencia, incluyendo la resistencia armada, desde que el pueblo palestino ha estado luchando por la liberación nacional.
La Historia de Resistencia a la Ocupación
La resistencia a la ocupación de la mujer palestina tomó muchas formas en los primeros días del Mandato Británico y cuando un fuerte influjo de pobladores sionistas comenzó a ocupar las tierras palestinas. En 1929, se realizó en Jerusalén el primer Congreso de Mujeres árabes palestinas con la participación de más de 300 delegadas de todo el país. Esas mujeres dejaron los confines tradicionales de sus hogares y del campo para demandar la libertad de los prisioneros políticos palestinos, el fin a la compra de armas por parte de los sionistas y la independencia para Palestina. Aquel congreso emitió una declaración revolucionaria para dejar de lado sus otras responsabilidades y “Apoyar a sus hombres en esta causa [nacional].”
En los años treinta, se formó un grupo de mujeres militantes llamadas Zahrat Al-Okhowan para luchar en contra de la ocupación de Palestina por Gran Bretaña.
En 1936, en reacción a los pobladores sionistas que estaban desplazando a los palestinos, los trabajadores de Palestina—hombres y mujeres por igual—llevaron a cabo seis meses de huelga general. Toda la vida normal se paralizó. La huelga general de 1936 fue la huelga más larga en la historia del Medio Oriente. En 1948, después de la partición de Palestina por parte de las Naciones Unidas y la creación de Israel, más de 800.000 palestinos—cerca del 90 por ciento de la población palestina—fueron expulsados de sus tierras por la fuerza. La activista y feminista palestina Reem Alnuweiri describió el impacto de la expulsión en las mujeres:
“[La] mujer palestina también se convirtió en refugiada y su misión crítica fue mantener intacta la identidad nacional de Palestina. Ella tuvo que curar los dolores, reunificar las familias, asegurar la comida en la mesa junto a su compañero, y sobre todo, conservar la memoria. … Los palestinos criados por familias de refugiados, que nunca vieron Palestina, tienen un claro panorama de ello, sólo por las memorias de sus madres y abuelas, y la trascendencia continúa a través de las generaciones.”
Durante y después de la guerra de 1967, Israel expandió sus fronteras por la fuerza para anexar los territorios ocupados de Gasa y Cisjordania. Esta guerra le dió nueva energía al pueblo palestino. Hubo un entendimiento creciente de que la liberación nacional debía ser llevada a cabo por aquellos que viven bajo la ocupación, o sea por los mismos palestinos.
Mujeres palestinas salieron en grupo y participaron en protestas y marchas para promover la conciencia sobre la injusticia de la ocupación israelí. Se formaron los Comités Populares de Ayuda para apoyar a los prisioneros palestinos y a sus familiares. A fines de los 70, todas las facciones políticas palestinas tenían comités de mujeres, además de las muchas organizaciones de caridad para crear conciencia y educar a las mujeres para resistir la ocupación.
A finales de los años sesenta, se formaron organizaciones guerrilleras palestinas dentro de Gasa y Cisjordania y los campamentos de refugiados en Jordania y el Líbano. Muchos palestinos fueron entrenados para llevar a cabo ataques contra blancos militares israelitas y para organizar y proveer por las necesidades básicas del pueblo, incluyendo recursos de comida autosuficientes para los campamentos de refugiados. Esas escuelas guerrilleras brindaron entrenamiento militar para mujeres jóvenes. Todas las organizaciones principales de resistencia reconocieron que las mujeres palestinas eran uno de los recursos más importantes de la revolución. Esto afirmó aun más que la liberación de la mujer era fundamental para la liberación de Palestina.
A medida que la mujer continuaba peleando y manifestando, la lucha en los hogares palestinos entre el hombre y la mujer y la herencia tradicional de la vieja Palestina también continuaban. Las mujeres tenían que discutir con sus familias para que se les permitiera participar en reuniones políticas, para recibir entrenamiento militar o para hacer guardia. La cultura palestina como cualquier otra cultura en esos tiempos alrededor del mundo, enseñaba que la mujer no podía trabajar fuera de sus hogares y al mismo tiempo mantener su honor. Despacio, a través de la continua participación de la mujer en la lucha, el concepto de honor se extendió para incluir la contribución de la mujer al movimiento así también como a su propio crecimiento y desarrollo en aras de la liberación nacional.
La Mujer, Central en la Intifada
Un punto elevado de la participación de la mujer ocurrió durante la primera Intifada, o “Levantamiento” que comenzó en 1987. La mujer jugó un papel prominente en liderar las manifestaciones, creando comités de ayuda popular, y más notable, en el inicio y el mantenimiento de campañas de boicot contra productos israelitas en las regiones de Gasa y Cisjordania. Esta iniciativa de boicot fue muy difícil de llevar a cabo debido a la falta de industria palestina indígena. Para convencer a las familias palestinas de boicotear productos israelítas, era necesario ofrecerles productos y salarios alternativos estableciendo sus propias industrias locales como la elaboración de queso, pan y dasarrollar jardines comunitarios.
Las campañas de boicot se realizaban además del activismo en las calles confrontando directamente la ocupación de las fuerzas israelítas. Cuando un soldado israelí arrestaba a un niño palestino las mujeres salían a la calle demandando que liberaren al niño—como si fuese su propio hijo. Con docenas de mujeres exigiendo que dejaran en libertad “a su propio hijo,” los soldados a veces se sentían presionados para dejar en libertad al niño que tenían bajo custodia.
El retroceso de los Acuerdos de Oslo
En 1993, Israel y los líderes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) firmaron los acuerdos de paz de Oslo. Los Acuerdos de Oslo incluían un acuerdo interino debido al cual Israel retiraría sus fuerzas de Cisjordania y Gasa. Los palestinos reemplazarían las fuerzas israelítas por “un gobierno autónomo palestino.” Esta nueva Autoridad Palestina tenía tareas administrativas de gobierno sobre porciones de Cisjordania y Gasa, altamente segmentadas, asemejándose al estilo Bantustan de Sudáfrica bajo el régimen del apartheid.
El acuerdo dejó los asuntos del “estatus final” para que se decidiera en una fecha futura. Estos asuntos incluían las fronteras artificiales entre el futuro estado palestino e Israel, el derecho al regreso de los refugiados palestinos que fueron expulsados en 1948, y la reubicación de los pobladores israelitas que estaban aumentando rápidamente en Gasa y Cisjordania. El Acuerdo de Oslo no proporcionaba ninguna ayuda para los palestinos que continuaban viviendo bajo la ocupación israelí. Sin embargo, le otorgaba a Israel la habilidad de adquirir y controlar tierras palestinas ambos financiera y militarmente.
Los Acuerdos de Oslo también promovían la falsa noción de que los palestinos tenían la habilidad de funcionar como una sociedad independiente mientras seguían viviendo bajo la ocupación. Oslo fue negociado y firmado por palestinos ricos en la Diáspora que querían un semi-estado para sus riquezas. A cambio, estuvieron de acuerdo con una solución similar al Apartheid con la esperanza de lograr más para ellos en el futuro.
Después de los acuerdos, comenzó a surgir una división de clases y una disparidad en los sueldos. Crecieron los suicidios, la drogadicción, las violaciones y la pobreza extrema para la mujer. Muchos de los pequeños negocios que se habían desarrollado durante la Intifada para mantener la sociedad, se cerraron, al no poder competir con la producción masiva y los precios más bajos de los nuevos dueños palestinos
Un cambio cualitativo tomó lugar en la participación de las mujeres palestinas en el movimiento de liberación nacional. Un sector del movimiento de la mujer, bien financiados por organizaciones internacionales no gubernamentales, promovieron el punto de vista de que había llegado el momento para lograr una paz comprometida. Estas ONGs, con empleados asalariados e independientes comenzaron a inundar la sociedad palestina. No tenían conexión a nivel local con los comités populares que habían funcionado para proveer por las necesidades de los palestinos, mientras que peleaban la ocupación. La mayoría de las ONGs tenían un enfoque estrictamente humanitario, sin reconocer que el pueblo palestino todavía estaba viviendo bajo las condiciones crueles de la ocupación israelí.
Para 1994, un año después que se firmaron los Acuerdos de Oslo, había 800 ONGs en los territorios—una por cada 3 500 personas. Estaban recibiendo más de $200 millones de dólares con condiciones explícitas impuestas por sus donadores, calculadas para excluir la clase de activismo que había sido el sello de los años ochenta. Los Estados Unidos a través de la Agencia para el Desarrollo Internacional “donó” millones de dólares a las ONGs de Gasa y Cisjordania, con el fin de influenciar la sociedad palestina.
Estas ONGs no tenían ninguna conexión entre las feministas y las aspiraciones nacionales de las mujeres palestinas. Como resultado, el movimiento de mujeres palestinas se despolitizó y se fragmentó. El movimiento de mujeres se dividió entre esos grupos de mujeres que continuaban trabajando a través de las ONGs y el sector del movimiento de la mujer en contra de la ocupación. Aquellas que sentían que el movimiento de liberación nacional y la liberación de las mujeres eran parte del mismo problema, permanecieron en las calles. Esas mujeres insistían que las raíces de la opresión estaban conectadas a la ocupación. Este segmento del movimiento de mujeres es el que todavía provee por las necesidades de las mujeres palestinas durante la actual crisis de la segunda Intifada, que comenzó el 28 de septiembre del 2000.
La actual Intifada es una respuesta a las condiciones brutales impuestas a los palestinos por el gobierno de Sharon en Israel bajo la dirección de la política exterior estadounidense en el Medio Oriente. Las tácticas represivas de incursiones diarias por parte de las tropas israelitas en ciudades y villas de Gasa y Cisjordania, las continuas inspecciones restringiendo la movilidad para trabajar y la demolición ilegal de las casas y las propiedades de la agricultura, son algunas de las medidas utilizadas contra el pueblo palestino.
La Unidad y el Movimiento Palestino
El movimiento de resistencia palestino, ha sobrevivido por décadas. Se ha desarrollado en un movimiento que envuelve todos los sectores de la sociedad palestina; hombres, mujeres y estudiantes de todas las religiones. Su meta sin duda es conseguir la paz con unidad. El movimiento de resistencia palestino respeta la necesidad de todos los palestinos.
Después de décadas de resistencia a la ocupación y la opresión, palestinos progresistas saben que cualquier lucha por la liberación nacional no tiene lugar para el sexismo o la discriminación basada en religión o color. Nosotros encontramos la fuerza en nuestra resistencia colectiva, en todas las formas posibles para mantener nuestra supervivencia como pueblo.
El desafío de los palestinos a las medidas brutales impuestas por la ocupación israelí ha creado una unidad nacional inquebrantable y sin precedente. El pueblo de Palestina—ya sea en Cisjordania o en Gasa, ya sea viviendo entre las fronteras de 1948 o viviendo como refugiados alrededor del mundo esperando regresar a sus hogares—eventualmente triunfarán. Después de una lucha larga y difícil, llena de sufrimiento pero siempre con mucha esperanza, la perseverancia, determinación y la fuerza colectiva del pueblo palestino los llevará de regreso a una Palestina Libre.
Fuentes
Reem Alnuweiri, “Palestinian Woman Struggle for Social and National Liberation.” Speech at Towards Our Liberation Conference Against Imperialist War and Plunder, Vancouver, Canada, Nov. 3, 2002.
Naila Daniel, “Palestinian Women in the Intifada.” Peace Magazine Archive, vol. 13, no. 4.
Thalif Deen, “Rights: Palestinian Women Hard Hit by Israeli Occupation” (2004).
Andrea Dworkin, “The Women Suicide Bombers.” Feminista, vol. 5 no. 1, 2002
Hanadi Loubani and Jennifer Plyler, “Occupation, Patriarchy, and the Palestinian Women’s Movement.” Association for Women’s Rights in Development, Nov. 10, 2003.
“Frequently Asked Questions About the Apartheid Wall.” www.stopthewall.org.
“Our Roots Are Still Alive: The Story of the Palestinian People.” People’s Press, San Francisco (1977).
“Palestinian Civil Society Under Siege (2): From Resistance To Empowerment.” OTR Palestine, vol.15, issue 2, June 1, 2001.
“Palestinian Women Mobilizing to Resist Israel’s Apartheid Wall.” House Report no. 43, International Women’s Peace Service, Sept. 17, 2003.
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