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Fui testigo de una alternativa a la crisis de personas sin hogar de Estados Unidos en la Cuba socialista

Foto: Vecinos de Quisicuaba comen juntos en el comedor. Crédito: Benjamin Zinevich

En Estados Unidos, la falta de vivienda se ha vuelto un problema emblemático del sistema capitalista, y todos los días 650,000 residentes estadounidenses duermen en las calles. En los últimos 30 años, la edad promedio de las personas sin hogar en los Estados Unidos ha aumentado de 30 a 50 años. Mientras tanto, Washington continúa inventando nuevas formas de reducir aún más el Seguro Social y Medicare, haciendo así que a las nuevas generaciones les espere un futuro de pobreza, y no una jubilación segura después de décadas de trabajo; cuando la crisis del sistema capitalista estadounidense se agudiza, la población envejeciente lo siente especialmente. Cuba, por otro lado, ofrece un modelo diferente.

Recientemente, visité el Campamento Agrícola de Quisicuaba en la provincia de Artemisa, Cuba, como parte de una delegación de 20 activistas estadounidenses que viajó con el Proyecto Hatuey. Allí pude observar la forma tan distinta en la que la sociedad cubana trata a sus miembros más vulnerables, especialmente a aquellos que necesitan un mayor apoyo a medida que se acercan a la vejez. El campamento es un ejemplo más de cómo el sistema socialista de Cuba garantiza la dignidad y la independencia en los últimos años de la vida, evitando siempre la negligencia, el abuso y la soledad.

Personas deambulantes en Cuba

En Cuba, la explotación rentista de la vivienda no existe y el 80% de la población es propietaria de su propia casa. Esto contrasta marcadamente con los Estados Unidos, donde la mayoría de la gente es esclava del alquiler, las hipotecas y los bancos que los cobran con intereses. En Cuba, la vivienda es un derecho humano, y a pesar de la escasez de vivienda que el país experimenta, el sistema socialista prácticamente ha eliminado la falta de vivienda.

Sin embargo, dado que las reformas que siguieron al colapso del sistema socialista mundial en la década de 1990 permitieron la venta de la casa propia, hay familias que venden su casa y dejan a la familia extendida en Cuba a su suerte. Esto ha causado que muchos ancianos y aquellos que necesitan cuidado especial se queden sin apoyo familiar. En algunos casos, hay quien vende su casa para financiar una emigración que termina sin éxito, y luego se queda sin vivienda como resultado.

En Cuba, a quienes duermen en lugares públicos, buscan comida en la basura y mendigan se les conoce como “personas deambulantes”, en lugar de “personas sin techo”. Las principales causas del comportamiento deambulante son el alcoholismo, las enfermedades mentales y la pérdida del apoyo familiar.

En Cuba, la existencia de personas deambulantes es resultado de políticas estadounidenses de larga data y de la guerra económica, diplomática y encubierta contra la revolución socialista con la que Washington intenta reestablecer su control colonial sobre el archipiélago. El comportamiento deambulante ha aumentado con las condiciones cada vez más precarias provocadas por el bloqueo estadounidense en los últimos años.

A pesar de estas medidas, que le han costado al pueblo cubano aproximadamente un billón de dólares desde la victoria de la revolución en 1959, el gobierno cubano ha sido capaz de garantizar el derecho a la vivienda a todos sus ciudadanos.

‘Este lugar ha cambiado mi vida para mejor’

En el Campamento Agrícola de Quisicuaba, ubicado a 40 kilómetros de La Habana, fuimos recibidos por Enrique Alemán, un médico de profesión, quien es también líder comunitario y religioso, y miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular. 

 Alemán explicó, “aquí tenemos la casa del adulto mayor, hospitales de atención especial, centros de protección social y un programa de vivienda que ha sido una victoria de la revolución”.

Para explicar su objetivo, dijo, “trabajamos con toda la familia y con gente de diferentes edades, no solo con los ancianos, para lograr una exitosa reinserción en la sociedad.” 

En contraste con los refugios para personas sin techo y con los hogares de ancianos en los Estados Unidos—estos últimos teniendo fines de lucro y siendo considerados lugares en los que la familia o la comunidad se pude deshacer de sus ancianos—el objetivo de Quisicuaba es el cuidado de la persona deambulante para que pueda reincorporarse a la sociedad. Si bien todos merecen ser parte de la sociedad, solo en una sociedad socialista se les otorga a todos ese derecho.

Quisicuaba ocupa el predio de una antigua escuela, y allí se le brinda alojamiento y tratamiento médico y psicológico a todo el que lo necesite. Hay una granja en la que los habitantes cultivan juntos yuca, batatas, plátanos y ganado como ovejas, cabras y aves de corral. Hay un comedor común donde los residentes reciben tres comidas al día. Actualmente, Quisicuaba alberga a 130 personas, pero Alemán nos dijo que planean expandirse para alojar a 580 en el futuro.

Nuestra delegación llegó al lugar mientras se realizaba un círculo de oración matutino, donde residentes creyentes y ateos se reunieron y compartieron sus manifestaciones del día. Una anciana residente pidió buenos deseos y oraciones para la población de Gaza que sufre el genocidio estadounidense-israelí. Poco después, los residentes comenzaron sus rutinas de ejercicio matutinas.

Aunque Quisicuaba es un emprendimiento de la sociedad civil, explicó Alemán, “nuestro trabajo está en sintonía con la voluntad política del país”, enfatizando que un proyecto como este solo es posible bajo un sistema socialista y dentro de la revolución cubana.

Sin embargo, Estados Unidos sigue haciendo todo lo posible para garantizar que toda la sociedad cubana sienta los efectos de su bloqueo criminal. Alemán confirmó que “el bloqueo presenta un gran reto a los logros de la revolución. Debido a la falta de recursos materiales retenidos por el bloqueo, muchos programas de vivienda se han visto interrumpidos”. 

A pesar de estos problemas, los testimonios que reunió nuestra delegación destacaron el papel transformador que desempeña Quisicuaba. 

Conocí a Carlos, un hombre de unos 70 años, que había vivido toda su vida en La Habana como profesor de inglés. Carlos padece de alcoholismo y, aunque consiguió un trabajo como custodio en un hospital después de jubilarse, su relación con su familia se deterioró y quedó en situación deambulante. Un día, Carlos cayó inconsciente por complicaciones hepáticas, desplomándose en la calle, donde casi es atropellado por un automóvil. Afortunadamente, una ambulancia llegó rápidamente y fue atendido.

Hoy, Carlos vive en Quisicuaba, a donde llegó hace varios meses; ahora levanta pesas y se mantiene activo y sociable.

Antes de partir, Carlos me pidió que le tomara una foto y concluyó con una declaración clara, “este lugar ha cambiado mi vida para mejor”.

Foto: Carlos, vecino de Quisicuaba. Crédito: Benjamin Zinevich

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